Ese miércoles, Fausto estaba furioso...era
Día de visitas, pero no para él, pues a causa de una discusión con un
carcelero, que pasó a mayores (el guardia fue llevado a la enfermería para
atender sus heridas), le fueron suspendidas las visitas durante un mes;
mientras que a todos los presidiarios les correspondía dos días de visita por
semana, a ellos, los "amarillos", les permitían dos mensuales.Ya
habían pasado dos semanas del suceso. Su celda, la número 14, en el pabellón
Amarillo (condenados a muerte), le pareció más chica, agobiante, faltaba el
aire, sus nervios al punto de estallar...y antes de que ello ocurra, y
desemboque como la última vez en que no supo controlarse y destrozó todo lo que
había dentro de la celda, respiró hondo tres veces consecutivas, se sentó en el
suelo, cruzó las manos sobre su pecho y exhaló todo el aire de los pulmones, y
así permaneció, respirando a ritmo mínimo...hasta que sintió que toda la mala
energía salía de su cuerpo... Después de la comida del mediodía, servida en su
celda, y no en el comedor general, también ello parte del castigo decretado,
repartieron el correo, y una luz llegó a sus manos, era una carta de Helena (la
griega), la única amiga que continuaba comunicándose con él, y por supuesto la
única que lo visitaba, los demás quedaron en el camino, mejor dicho, se
perdieron en su recuerdo, no supieron entenderlo y todos, a excepción de ella,
lo desecharon como amigo, e inclusive llegaron a ignorarlo como persona. Con
suma alegría sacó las dos hojas del sobre ya abierto, y leyó...
...Queridísimo
Fausto, no he dejado de pensar ni un
solo minuto en ti, y me he sentido tan mal
por no haber podido verte en ese día de visita último; sabes bien que se
ha vuelto parte de mi costumbre, y todas las prioridades pasan a un segundo
término. Me han indicado que te encuentras bajo castigo y que no serán posibles
las visitas para ti, hasta una fecha próxima, la incertidumbre como siempre de
saber cómo te encuentras, saber si como en ocasiones anteriores has sido
vapuleado, a más de tu castigo psicológico, me sumerjo en el pensamiento
imaginando tus días, imaginando el compás
de ese reloj que marcha inclemente, acercándote a esa cita maléfica que
te aguarda… ¿por qué? Con rabia me detengo a pensar en las ironías crueles del
destino, en los hilos diabólicos con que la vida teje sus redes, por que las causas se hacen injustas cuando
las alternativas quedan agotadas e insalvables. Sabes que no dejo de soñar, y
esta lucha interna me duele tanto como debe dolerte a ti tu añorada y tan
lejana libertad; suelo cerrar los ojos, queriendo huir de esta horrible
realidad, remontándome a escenarios
distintos, en que ambos pudimos vivir una vida en común muy diferente. Pero no
es ese mi deber en este momento, mi deber es inyectarte valentía, ¡trasmitirte paz!
Quiero que sepas, que aún en la cúspide
de la adversidad, mi espíritu estará contigo y he de acompañarte cuando la vida
trascienda. Será un paso, sólo un paso y mis pies perseguirán tu huella, día con día confirmo
que esta vida caprichosa nos purifica a
través del dolor, por que cielo e infierno también encierra, y entonces...la
vida, después de la vida, será diferente. Aguarda, ten fe, no desesperes.
Fausto leyó y releyó una y otra vez la
carta, miró el trozo de cielo gris, por la pequeña ventana, allí cercana al
techo, quizás así, podría calmarse. Una amiga, una sola amiga comprendía su
estado... como deseaba verla, y sentir y palpar sus alicientes palabras. En la
próxima inspección del mediodía, pediría papel para escribirle, no estaba
seguro que lo recibiría; con solo pensar de recibir una negación a su pedido,
ya sus nervios comenzaron a bullir. La
suerte lo acompañó, y esa misma tarde trató de plasmar en la pequeña hoja, con
el membrete del presidio, parte de los pensamientos que corrían por su mente.
....Helenita,
querida amiga, no llegarás a entender que alegría recibir tu inesperada carta,
llegó en momentos en que decepcionado por mi mismo, creí volverme loco,
dispuesto a cualquier cosa con tal de escapar de este tormento. Hablas de hilos
diabólicos con los cuales se fue tejiendo esa maraña de odio que entorpeció mi
vida, con el resultado maléfico que no pudo ser distinto, cometí ese error,
pero no soy culpable, y no obstante, los días son largos aunque pocos quedan.
Sabes que no creo en alguien superior, no necesito de esa clase de ayuda, y por
lo tanto no espero milagros y menos que menos perdones. Todo lo que aquí me
rodea es odio, rebelión y más que más, soledad. Llegado el día, sólo unos instantes
me trasladarán a mi próxima etapa, y sabes...no tengo miedo, sólo tengo curiosidad
de ver el otro lado. Si puedes, trata de entenderme, y así será más fácil. No
te olvides de mí, sabe que estoy esperando tus mensajes.
Los cielos de Helena no eran distintos,
también las nubes grises asomaban a su encuentro, como indicando que no había
retroceso, como queriendo confirmar que el tiempo y el dictamen habrían de
cumplirse, aunque ella mantenía dentro de sí, una vela encendida, aquella
pequeña luz, le permitía ¡ la esperanza ! pero, …¿la esperanza de qué?. De
igual manera leyó varias veces el trozo de papel, lo arrugó con sus manos,-
queriendo deshacerse de un poco de impotencia- posó sobre él sus labios, con su
puño cerrado lo colocó a la altura de su corazón, y miro al cielo, esperando
encontrar en aquel cielo gris, las respuestas a sus mil interrogantes. Secó
aquellas lágrimas que presurosas mojaban su rostro y hablo para sí, ¨Helena, es
tu tarea, es tu misión… debes procurar un poco de mansedumbre y suavidad a ese corazón tan aferrado a la dureza y el
dolor¨; ese día, esa hora, ese minuto, serían los testigos fieles de su determinación. No permitiría que
aquel hombre partiera sin haberse desecho de su pesada carga, era importante
que el reflejo de su rostro en su último minuto, expresara la ¡Paz! y una
última sonrisa le acompañara en la transición, sabiéndose perdonado por la vida. Entonces, escribió con
determinación.
…Nuevamente
acá mi querido Fausto, inicio esperando ser tan elocuente como las palabras me
lo permitan, con detenimiento analizo cada una de tus letras, me llamas
querida, hablas de alegría, y es necesario que te sitúes allí, hay tanto que
aún la vida procura, sé que lo que deseo pedirte no resultará fácil, pero debes
rehabilitar tu corazón, dar luz a tu alma, tu enfoque debe permanecer en
aquellos momentos -seguramente escasos- en que tuviste la sonrisa de la vida
–tuvo que haberlos- recréalos, escríbelos, adórnalos, y revívelos…. ¿Perderás
?, ¡claro que no! Recuerdas cuando nos conocimos, fue muy hermoso…parece que el
tiempo no hubiese transcurrido, nuestra conversación –en aquel día- no tuvo ningún tinte gris, hablamos de cosas
agradables, hablamos de lo cotidiano, hablamos de tu mascota y de muchas cosas
más que debes traer a tu mente, de esa manera -en aquella tarde- fue cayendo el
sol y la lluvia nos sorprendió, corrimos a refugiarnos muertos de risa y
mojados hasta la médula. ¡Hubo felicidad!... Debes prometerme que juntos
reviviremos aquel día, y de acá, hasta
ese momento en que tenemos la promesa de
vernos, te concentrarás en todos los detalles que adornaron nuestra tarde. Pronto
estaré contigo, espérame, no tardo…
El día que llegó la carta de la Griega,
resultó especial; había terminado el castigo por el "incidente" con
el guardia; recibió la buena nueva junto con la carta, una leve sonrisa se
dibujó en su rostro. Estaba sentado en su camastro, tenía en sus manos aquella
ansiada hoja, las letras bailaban en sus ojos, cada palabra lo acercaba a ese
tan lejano pasado. Aquellos días volvieron como un bumerán, por supuesto que
los recordaba...volvían y repiqueteaban a semejanza de las campanas de una
iglesia llamando a los feligreses; así lo sentía, los recuerdos le jugaban
sucio, por un lado los recibía como un regalo, pero por el otro lo atormentaban
en demasía. Sólo deseaba verla una vez más, se engañaba pensando en la próxima
visita, pues sería, así lo presentía, la última.
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Helena...
Gloria Eugenia Lemus B. (Guatemala)
Fausto....Beto
Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative N°15052041375518
*Imagen de la Web.